martes, 17 de marzo de 2009

LOS NGEN

Los ngen

Los dioses creadores (füta-chachai y ñuke-papai) destinaron un ngen a cada una de las entidades de la naturaleza recién creada. Y que cada ngen es un "espíritu dueño de un elemento de la naturaleza", que asume la tuición sobre su bienestar y continuidad. Los ngen residen no solo al anterior del bosque nativo sino fuera de él, junto a diversos componentes de su flora y fauna silvestres asociadas a la caza-recolección, sus plantas y animales. Por tanto, su misión es cuidar y preservar la vida, bienestar y continuidad de los elementos silvestres a su cargo en los contextos de sus respectivos nichos ecológicos.

Junto a los ngen se generan los principios de una etnoecología nativa. Ellos contribuyen el equilibrio del medio ambiente, ejerciendo un control sobre la explotación excesiva de recursos naturales, su depredación y contaminación. Para estos fines, los ngen hacen uso de las potencias benéficas asignadas a ellos por los dioses desde el momento de la creación del mundo mapuche. Por tanto, ellos respaldan las normas respetuosas de interacción y reprocidad entre los mapuches y la naturaleza, aplicando castigos a quienes trasgreden el código preservacionista.


De acuerdo a los principios compartidos por los hombres y mujeres mapuches tradicionales, ellos no pueden considerarse dueños de las áreas de bosques y naturaleza silvestre que suelen estar incluidas en los terrenos de su reducción o áreas vecinas. Los mapuches son dueños solamente de lo que ellos mismos han plantado y/o criado –sean estos árboles frutales, hortalizas, cereales, animales domésticos, etc.-. En consecuencia, los bosques silvestres junto a la totalidad de su flora y fauna nativas no les pertenecen a los hombres sino a los dioses creadores. Y estos últimos han entregado a los ngen –en su calidad de espíritus guardianes- el cuidado y resguardo de la naturaleza silvestre.

Por tanto, la potencia espiritual de los ngen aparece encarnada en diversas entidades terrestres antropomórficas, zoomórficas o fitomórficas. Entre las principales, se cuentan los siguientes:
1.- el ngen-mapu, el espíritu dueño de la tierra
2.- el ngen-winkul, espíritu dueño del cerro o del volcán, distinguiéndose según su tamaño el ngen-fütawinkul (espíritu dueño del cerro grande o volcán) y el ngen-pichi-winkul (espíritu dueño del cerro pequeño o colina)
3.- el ngen-ko, espíritu dueño del agua, distinguiéndose específicamente el ngen-trayenko, espíritu dueño del agua de vertiente, y al ngen-lafkén, espíritu dueño del lago o mar;
4.- el ngen-mawida, espíritu dueño del bosque nativo, distinguiéndose según la especie de árboles que contiene. Así tenemos: (4 a) el ngenfoyentu, espíritu dueño del bosque de canelos, (4 b) el ngen-pitrantu, espíritu dueño del bosque de pitras, (4c) el ngen-walle, espíritu dueño del bosque de robles, y (4d) el ngen-pewén, espíritu dueño del bosque de araucarias, que da abundantes piñones;
5.- el ngen-kurra, espíritu dueño de la piedra potente, distinguiéndose según su tamaño: (5 a) el ngen-füta-kurra (espíritu dueño de la piedra grande) y (5b) el ngen-pichi-kurra (espíritu dueño de la piedra pequeña).


También existen -al interior de los bosques nativos- espíritus vinculados a la flora y fauna silvestre, tales como:
6.- los ngen-kulliñ, espíritus dueños de los animales silvestres
7.- los ngen-üñëm, espíritus dueños de los pájaros silvestres
8.- los ngen-rëpü, espíritus dueños del camino tropero trazado por las pisadas de animales silvestres
9.- los ngen-lawén, espíritus de las hierbas medicinales

Por último, es necesario agregar ciertos espíritus vinculados a fenómenos ambientales y atmosféricos, o bien generados por éstos, tales como:
10.- el ngen-kütral, espíritu dueño del fuego
11.- el ngen-kürëf, espíritu dueño de los vientos

La creencia en los ngen genera una etnoecología nativa basada en un código preservacionista compartido y transmitido oralmente. Al desempeñar su rol y cumplir su destino como guardianes de la naturaleza silvestre, los ngen resguardan el equilibrio ecológico. Forman parte, asimismo, de un sistema consensual de creencias que valida y legitima los principios tradicionales de interacción respetuosa y de reciprocidad entre los humanos y la naturaleza.

Hay consenso, por tanto, que quienes trasgreden las normas preservacionistas recibirán castigos severos aplicados por los ngen. La creencia en la autoridad, poderes y funciones de estos espíritus contribuye, por tanto, a la mantención del equilibrio medioambiental al interior del bosque nativo, como también al control de la explotación excesiva, depredación o contaminación de sus recursos naturales.

Diversos relatos orales mapuches dan cuenta que -de acuerdo a normas antiguas muy estrictas- los ngen han prohibido los asentamientos humanos al interior de los bosques nativos. A los mapuches recién llegados que solicitaban permiso para radicarse en dichas áreas, los ngen les asignaban terrenos periféricos. Se favoreció así la preservación del entorno silvestre y la coexistencia respetuosa de los indígenas con el medio ambiente, la vida silvestre, y su flora y fauna original.

La creencia en los ngen ha incidido en la articulación de procesos y condiciones que influyen sobre las actitudes preservacionistas de los mapuches tradicionales respecto al medio ambiente natural. Dicha articulación se observa en:

1.- la interacción respetuosa con el medio ambiente y la vida silvestre
2.- la elección de lugares de asentamiento fuera del bosque nativo
3.- el fomento respetuoso del equilibrio medioambiental
4.- el cumplimiento de las normas preservacionistas
5.- la complejidad de las vivencias religiosas asociadas al habitat silvestre
8.- el desarrollo de ritos tradicionales –tales como el ngillatún- al interior del bosque nativo.

Se cree que cuando algún dios mapuche baja del wenu-mapu a la tierra, su lugar predilecto es el bosque nativo milenario plantado por su mano durante la creación original. Al dios le gusta refrescarse en él. Un testimonio relata la emoción profunda que embarga a un mapuche creyente que penetra en sus dominios. Es una experiencia mística que lo aproxima a sus dioses. En el bosque se siente intensamente la presencia divina: es el dios que ha bajado y está allí. El mapuche siente entonces que la tierra se mueve y gira bajo sus pies. Se cimbra todo el bosque. Son los efectos de la presencia divina en un ambiente saturado de potencias sobrenaturales. Pues el bosque virgen milenario es la catedral o iglesia de muchos mapuches creyentes.
Extracto del trabajo de María Ester Grebe en Revista de Antropología de Chile

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