sábado, 12 de enero de 2008

LAS PLANTACIONES NO SON BOSQUES

Plantar árboles puede ser muy bueno, pero también puede ser muy malo depende de su objetivo, de su escala, del sitio donde se instalen y de los beneficios o perjuicios que generen para las poblaciones locales. Las plantaciones a gran escala con especies de rápido crecimiento, tales como eucaliptos y pinos, son las que generan mayores impactos negativos, tanto en lo social como en lo ambiental. Debido a dichos impactos, ese tipo de plantaciones ha dado lugar a luchas generalizadas en su contra. La respuesta de las empresas plantadoras y de los promotores que impulsan este modelo ha consistido en desmentir la ocurrencia de tales impactos y en elaborar y difundir una engañosa propaganda destinada a ganar apoyo en sectores no informados de la población. Entre las muchas falsedades publicitadas en favor de los monocultivos de árboles a gran escala se destaca la de confundirlos con bosques.

Tanto los técnicos como las empresas insisten en llamar «bosques plantados» a las plantaciones. Esta confusión entre un cultivo (de árboles) y un bosque es el punto de partida de la propaganda en favor de las plantaciones. En un mundo cada vez más consciente sobre el grave problema de la deforestación, la actividad de «plantar bosques» es generalmente percibida como algo positivo. Sin embargo, una plantación no es un bosque y lo único que tienen en común es que en ambos destacan los árboles. Allí termina su similitud. Un bosque contiene:

- numerosas especies de árboles y arbustos de todas las edades
- una cantidad aún mayor de otras especies vegetales, tanto en el suelo como sobre los propios árboles y arbustos (helechos, trepadoras, epífitas, parásitas, etc.)
- una enorme variedad de especies de fauna, que encuentran allí abrigo, alimentos y posibilidades de reproducción.

Las comunidades humanas también forman parte de los bosques, ya que muchos pueblos los habitan, interactúan con ellos y allí obtienen un conjunto de bienes y servicios que aseguran su supervivencia.

Esa diversidad de flora y fauna (incluyendo al ser humano), interactúa con otros elementos como los nutrientes del suelo, el agua, la energía solar y el clima, de tal manera que aseguran su autoregeneración y la conservación de todos los componentes del bosque.

A diferencia del bosque, una plantación comercial a gran escala se compone de:
- una o pocas especies de árboles (a menudo exóticos), plantados en bloques homogéneos de la misma edad
- muy escasas especies de flora y fauna.

Por otra parte, las comunidades humanas no sólo no habitan las plantaciones comerciales, sino que normalmente ni siquiera se les autoriza el acceso, ya que son vistas como un peligro para las mismas. En numerosas ocasiones, las plantaciones son precedidas por la expulsión (por las buenas o por las malas) de la población local y por la destrucción del bosque del que dependían. En el mejor de los casos, son percibidas como proveedoras de mano de obra barata para la plantación y para la cosecha de los árboles que se realizará años más tarde.
Las plantaciones comerciales requieren preparación del suelo, selección de plantas de rápido crecimiento y con las características tecnológicas requeridas por la industria, fertilización, eliminación de «malezas» con herbicidas, plantación a espaciamiento regular, cosecha en turnos cortos. Como además su objetivo es producir y cosechar grandes volúmenes de madera en el menor tiempo posible, se puede decir que tiene las mismas características que cualquier otro cultivo agrícola. Por lo tanto, no se trata de un «bosque», sino de un cultivo. Peor aún: de un monocultivo a gran escala.

En síntesis, una plantación no es un «bosque plantado», ya que además de todo lo anterior, resulta evidente que no es posible «plantar», ni la diversidad de flora y fauna que caracteriza a un bosque, ni el conjunto de interacciones entre los elementos vivos e inorgánicos que se dan en un bosque.

Sin embargo, el mantenimiento del engaño resulta de vital importancia para que los grandes intereses económicos tradicionalmente involucrados en el negocio (desde las propias empresas plantadoras hasta el complejo industrial, comercial y de servicios que de ellas depende), puedan continuar obteniendo grandes beneficios económicos. A esos sectores se ha sumado recientemente otro –el del mercado del carbono – al que también le interesa que se las siga considerando como «bosques», vistiendo así de verde sus oscuros negocios.

Precisamente por eso es que resulta imprescindible comenzar por destruir el mito de que las plantaciones son «bosques» ya que «las plantaciones no son bosques».
Una plantación comercial produce un gran volumen de madera para industria por hectárea y por año. Pero eso es todo lo que produce. El beneficiario directo de esa producción es la empresa propietaria de la plantación.

Un bosque no sólo produce (como la plantación) madera para el mercado, sino que su producción abarca otros tipos de árboles, vegetales, animales, frutas, hongos, miel, forraje, abono, leña, maderas para usos locales, fibras vegetales, medicinas y genera además una serie de servicios en materia de conservación de suelos, de biodiversidad, de recursos hídricos, de microclima.
Cuando se sostiene que las plantaciones son mucho más productivas que los bosques, sólo se está comparando el volumen de madera para industria que se puede extraer de ambos y en esa comparación la plantación aparece como superior.

Sin embargo, cuando se compara la totalidad de bienes y servicios provistos por la plantación y el bosque, resulta evidente que este último es mucho más productivo que la plantación. Es más, en muchos aspectos la producción de la plantación es nula (por ejemplo en la producción de alimentos, medicinas o forraje) e incluso puede ser negativa, cuando afecta a otros recursos como el agua, la biodiversidad o el suelo.
Lo anterior resulta particularmente claro para aquellas poblaciones locales que sufren los efectos de la implantación de extensos monocultivos forestales, puesto que sufren la pérdida de la mayor parte de los recursos que hasta entonces habían asegurado su supervivencia. Para ellos, la productividad de estas plantaciones es nula o más bien de signo negativo

El consumo de papel es generalmente percibido como algo positivo, vinculado a la alfabetización, al acceso a información escrita y a una mejor calidad de vida. Esa percepción por parte del público es utilizada por las empresas plantadoras para justificar la supuesta necesidad de aumentar la producción de celulosa a partir de sus extensas plantaciones de pinos y eucaliptos. Por lo tanto, este tema requiere varias precisiones:
- gran parte de la celulosa producida en el Sur no está destinada a abastecer a la población de esos países, sino a los consumidores del Norte. En tanto que Estados Unidos y Japón tienen un consumo anual de papel per cápita de más de 330 y 230 kilos respectivamente, países exportadores de celulosa como Chile, Sudáfrica, Brasil e Indonesia muestran un consumo per cápita de 42, 38, 28 y 10 kilos respectivamente.
- alrededor del 40% del papel producido en el mundo es utilizado para embalaje y envoltura, en tanto que sólo el 30% se destina a papeles de escritura e impresión, por lo que el argumento de la alfabetización no es tan relevante como se lo pretende mostrar.
- además, gran parte del consumo de papeles de escritura e impresión está destinado a la publicidad. En los Estados Unidos, el 60% del espacio de las revistas y periódicos está reservado para avisos, en tanto que anualmente se producen unos 52.000 millones de unidades de diversos tipos de materiales de publicidad, incluyendo 14.000 millones de catálogos para compras por correo que a menudo van directo a la basura. Tal tipo de consumo excesivo de papel no es exclusivo de los Estados Unidos, sino que también es característico de la mayoría de los países del Norte e incluso se pretende exportar tal modelo hacia los países del Sur.
El tema radica entonces en que el consumo actual de papel es ambientalmente insustentable y que gran parte del mismo es socialmente innecesario. Por lo tanto, ni los planes de uso de los bosques, ni los planes de expansión de las plantaciones forestales pueden pretender autojustificarse diciendo que "la humanidad" necesita más papel.
El bosque y el campo se encuentran en continuidad ecológica y las actividades que se realizan en el bosque, contribuyen a satisfacer las necesidades de alimentación de la comunidad local, a la vez, que la agricultura misma se moldea según la ecología del bosque.
Los diversos sistemas de conocimiento que han evolucionado con los diferentes usos de los bosques en materia de alimentaci6n y agricultura, fueron eclipsados por la introducción de la silvicultura “científica’: que trata al bosque sólo como fuente de madera para la industria y el comercio. Se rompieron los vínculos entre el bosque y la agricultura y se dejó de ver la función de aquél en el suministro de alimentos.

El bosque ya no se ve como poseedor de valor en si mismo, en toda su diversidad. Su valor quedó reducido al de la madera para la industria exportadora.
La silvicultura científica fue la falsa universalización de una tradición local de la silvicultura, que surgió de estrechos intereses comerciales que veían el bosque solo en términos de madera valiosa para el comercio. Primero, redujo el valor de la diversidad de la vida en el bosque, al valor de unas pocas especies valiosas y, luego, redujo el valor a su producto muerto: la madera. El reduccionismo del paradigma silvícola científico, creado por intereses industriales y comerciales, ha violado la integridad de los bosques y la de los pueblos que los habitan y que los necesitan con toda su diversidad para satisfacer sus necesidades de alimentos, medicinas, fibras y abrigo.

La destrucción de la diversidad biológica es inherente a la, manera como el paradigma de la silvicultura reduccionista concibe el bosque. Un objeto es definido como normal en conformidad con el objeto de uso que logre el máximo de producción de manera comercializable. Como el bosque se caracteriza por su riqueza en diversidad, que incluye especies sin valor comercial o industrial, el paradigma de silvicultura lo declara anormal. Según Sclich, la ordenación forestal implica eliminar las condiciones anormales.

Así pues, el bosque natural en su diversidad es considerado un caos. El Bosque echo por el hombre es. El hombre es el orden. La ordenación científica tiene una clara tendencia en contra de la naturaleza y a favor de los objetivos industriales y comerciales por los cuales debe sacrificarse el bosque natural. La diversidad da paso así a la uniformidad, en la que reencuentra una sola especie de lamisca edad y esa uniformidad es el ideal de la silvicultura “normal” hacia la que tienden todos los sistemas silvícolas. Destruir y prescindir de la diversidad, es lo inherente a la ordenación forestal, guiada por el objetivo de elevar al máximo la producción de madera comercializable, que considera sin valor –como maleza que hay que destruir- las partes y relaciones no comerciales del ecosistema forestal. La riqueza de la naturaleza que se caracteriza por la diversidad, es destruida para crear riqueza comercial, que se caracteriza por la uniformidad.

Es por todas estas razones que la sustitución del recurso nativo, de enorme valor ambiental y alto potencial económico, no tiene ningún sentido para el desarrollo del país.
Extractos de texto “Las Plantaciones no son bosques” Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, Agosto de 2003

2 comentarios:

Franz's Jungbluth dijo...

Si es cierto que la industria maderera talves no le interese, lo natural lo nativo, de hecho el bosque es un ecosistema tan completo y ala ves complejo que con solo estar en él sientes la interrelacion con toda la naturaleza y ese aspecto creo yo que hace que tengamos una idea mas coherente y de proteccion, pero tratar de que las indutrias lo comprendan es muy dificil.

Ahora, el gran problema como debes saver, en paises como chile o perú´de donde nací creo que la gente de los pueblos nativos les falta una preparación mas efectiva sobre este tema del significado de un bosque, de echo ellos tienen su propia concepcion muchos viven de ellos pero cuando biene una empresa grande y les ofrece mano de obra remunerada no pueden hacer mas, y ala industria solo le importa la producción. Entonces a lo que voy es que si se llegara a estas maravillosas geografias a educar atoda esta gente, y a las mismas autoridades de las localidades que los bosques tienen imnumerables beneficios para un desarrollo sustentable y que el estado apoye firmemente a los organismos que trabajan para proteger estos increíbles ecosistemas, pues de hecho estos organismos tienen toda la voluntad por protegerlos, pero no ay la suficiente fuerza para impedirlo.
bueno esta frase creo que dice mucho al repecto.

"Cuando hayas cortado el último arbol, contaminado el último rio y pescado el último pez, te darás cuenta de que el dinero no se puede comer."

Edgardo Flores dijo...

Creo que sin duda existe un interesante punto de vista en us palabras, si bien cierto el problema del bosque es complejo y si tienes razón cuando dices “pero tratar de que las industrias lo comprendan es muy difícil” sin duda lo es pero tal vez no es imposible o por lo menos tenemos la obligación de tratar, creo que el proceso tiene que partir necesariamente por la educación, “de echo ellos tienen su propia concepción muchos viven de ellos”, es en este punto que en ocasiones se confunden algunas cosas como por ejemplo “si se llegara a estas maravillosas geografías a educar a toda esta gente” primero que todo la gran mayoría de las comunidades indígenas han desarrollado una estrecha relación con el bosque, logrando mantener un equilibrio entre sus necesidades y la generación de recursos o productos para satisfacer estas necesidades, por lo que fueron o somos los “actores externos” a estas comunidades quienes con nuestros conceptos de cuasi-desarrollo sustentable generamos el problema de la disminución del bosque nativo, es en este punto que la pregunta sobre educar cobra más sentido pero a quien le hace más falta la educación y que consideramos educación, si educación es la capacidad técnica de desarrollar procesos productivos que puedan satisfacer las necesidades de las personas de la comunidad urbana, logrando a través de esta educación el generar un comercio de productos provenientes del bosque que cumpla con los estándares internacionales en términos de calidad o educación lo vemos como la capacidad de entender que podemos desarrollar procesos productivos respetando y entendiendo que el bosque es un ecosistema que influye de manera directa en nuestra calidad de vida y que por lo tanto tenemos la obligación conservar y trabajar de manera que nuestras acciones no perjudiquen las funciones del bosque, tanto ecológicas como de reproducción.